Patrimonio que debemos cuidar

Patrimonio que debemos cuidar

Aún es incuantificable la cantidad de información y saberes que se perdieron tras la destrucción de la Gran Biblioteca de Alejandría en algún punto entre los siglos III y IV, esencialmente por dos cosas: porque se reconocen al menos cuatro siniestros más o menos documentados que dañaron el acervo del edificio a lo largo de casi quinientos años, y porque la destrucción de la biblioteca ha servido más como símbolo histórico y universal sobre la pérdida y el imperativo cuidado que debe tener el hombre con sus propias evidencias de vida. Su función social en la última mitad del milenio pasado ha sido tremendamente efectiva. Es de la socialización de las pérdidas irrecuperables que se ha logrado el enfoque de preservación de la actividad humana.

Por supuesto que el patrimonio, sus formas y canales no han hecho más que diversificarse con el paso del tiempo. Mientras las evidencias de la actividad, la cultura y los saberes humanos durante siglos se limitaron a lo tangible (edificios, libros, partituras, fotografías, pinturas) hoy en día se expanden y se hacen casi de la capacidad de la omnipresencia. Gracias a los canales audiovisuales, su registro y la posibilidad de su reproducción es que los patrimonios históricos y culturales han podido ser experimentados por un mayor número de gente, y, por otro lado, han podido resguardarse —primero— analógica y —segundo— digitalmente.

La cuasiomnipresencia de documentos audiovisuales históricos no justifica en lo absoluto su falta de resguardo como patrimonio humano: si bien, pareciera que con el avance de la tecnología, la expansión de los medios y la reproducción continua de documentos no quedará otro destino que la perpetuación de los documentos, también es cierto que es la primera vez que nos topamos ante un fenómeno de esta envergadura: el destino y los retornos históricos no lo quieran, pero no es imposible pensar en una pérdida masiva de información digital, ejecutada o accidental, de lo que creíamos seguro por simple inmediatez y reproducción; una suerte de nueva destrucción de la gran biblioteca de una Alejandría digital.

Para el año 2005 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama al 27 de octubre como el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, como una conmemoración a la aprobación de la Recomendación sobre la Salvaguardia y la Conservación de las Imágenes en Movimiento, acaecida en el año de 1980.

El reconocimiento por parte del órgano principal de las Naciones Unidas, primero de las imágenes en movimiento y después de los documentos audiovisuales en su totalidad, hace imperativo y urgente lo que ya se estaba obviando: la necesidad de validar y conservar los documentos que las naciones y sociedades consideren como importantes y representativos culturalmente, sin importar si su reproducción continua allá arriba, en la nube, sea habitual o no.

La validación de dichos documentos les otorga un peso significativo y específico que no se podría garantizar exclusivamente con la reproducción orgánica en las plataformas digitales actuales y futuras.

La preservación de documentos audiovisuales que son esencialmente intangibles y evanescentes es probablemente el manual que nos habrá de salvar en caso de perder la memoria colectiva; porque ¿qué es el alma sino la memoria? Necesitamos, socialmente, seguir acrecentando el alma; recuperar la memoria; almacenarla y protegerla; no vaya a ser que pronto la necesitemos.— Ricardo Javier Martínez Sánchez para “El Macay en la cultura”

Fuentes: Diario de Yucatán