“Cherchez la femme”, hablando de París…

“Cherchez la femme”, hablando de París…

Mujeres de Medio Oriente que crean o que destruyen

Hasna Aitboulahcen, suicida y kamikaze, es “la mujer” de los atentados de París del 13 de noviembre. Hasna se inmoló y voló por los aires hecha pedazos al ser descubierta por la policía francesa en un operativo en el barrio de Sant Denis.

Tenía solamente 26 años y el hecho fue señalado por el poder mediático. Cierto, su muerte es muy aparatosa pero no le quita nada a la tragedia de tantas mujeres, muchas niñas aún, que han muerto y aún mueren cada día, dolorosamente —y también en el resto del mundo—, en medio de ese conflicto medio oriental que parece no tener fin desde milenios y del que hoy somos pasivos espectadores virtuales.

Hasna apenas abría los ojos al mundo cuando la libanesa Mona Hatoum (n.1952) ya presentaba en Londres “La luz al final”, su primera obra escultórica de gran formato. Junto con su familia y huyendo precisamente del conflicto bélico, Mona había dejado Beirut desde 1975. Refugiada en Inglaterra, allí completó sus estudios y desarrolló su carrera artística.

En el mismo París que se enlutó el viernes pasado, el 29 de septiembre concluyó su ciclo una gran exposición suya presentada en el centro Georges Pompidou.

Se dice que las mujeres kamikazes están motivadas por razones distintas a los hombres. Que van porque les mataron un hijo, esposo, padre, hermano… que en esto de ser suicida por “la causa” tiene en ellas privadamente otra causa que proviene, como diría Rosario Castellanos, de “tan ajenos manantiales” como el amor y la ausencia, y el remordimiento, y el odio y la pasión y la venganza.

Original autorretrato

Manantiales que también inundan las voces y las obras: hace 21 años, Mona Hatoum exploró en sus motivaciones personales y abordó la más profunda y a veces difícil de las indagaciones: el autorretrato. Sin embargo ella no reprodujo su rostro o su cuerpo, ni se miró al espejo, paradigmático artilugio femenino. La búsqueda con sabor a exilio, el desapego forzoso, la llevó a intentar el inusual retrato de la endoscopía.

Provocador y distinto, en un momento histórico cuando la tecnología apenas despuntaba, el performance de la Hatoum en Corps étranger (cuerpo extraño) (1994) está muy distante de la fantasía aventurera de la película Fantastic voyage (1966) en la que el sex symbol Raquel Welch, vestida como astronauta miniatura, compartía créditos con un team al estilo de Star Trek pero microscópico, que era inoculado en el interior del cuerpo de un científico.

Por el contrario, y aunque ya existían los experimentos del body art que en París –siempre París– protagonizó la artista Orlan a extramuros del George Pompidou desde los años sesenta y setenta este Corps étranger no buscaba la reformulación de una anatomía propia, sino proponer, por un lado, reflexiones en torno a cuán desconocida puede ser nuestra propia corporeidad y con ella todo lo que nuestra piel envuelve y disimula.

Por el otro, la búsqueda hacia el interior del propio cuerpo es un pasaporte al conocimiento de otro universo, interno y vastísimo. Una alternativa de viaje y descubrimiento para el colectivo femenino, tradicionalmente constreñido por todas las civilizaciones, a sus fronteras familiares y personales.— María Teresa Mézquita Méndez para El Macay en la Cultura.

Fuentes: Diario de Yucatán