La huella irracional reúne la producción que Jeannette Betancourt (Estados Unidos, 1959) ha realizado en el curso de los últimos dos años a partir de investigar cómo se verifican las repercusiones en la vida del planeta desde la interacción de los conceptos Antropoceno y Noosfera, los cuales comprometen el futuro inmediato de la humanidad.
Para Betancourt cada obra es una manifestación plástica de sus reflexiones y preocupaciones sobre el tema que trabaja. Al contrario de buena parte del proceder de los artistas contemporáneos en México, ella se sirve de soluciones formales que a golpe de vista parecen convencionales, pero una observación detallada descubre que el sustrato de la obra es, en buena medida, una elección crítica.
El conjunto de obra realizada con base en la acción Materia suspendida (2018) es un claro ejemplo de ello. En esencia la artista recogió polvo de las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México cerca del amanecer. Con él realizó un esténcil del croquis de la misma demarcación. Esta acción, documentada en video, la proveyó de la materia prima para realizar una serie gráfica y una escultura.
La denominación “polvo” es bastante neutra para referirnos al depósito atmosférico, una combinación de gases y partículas que provienen de los vehículos automotores, las vialidades sin pavimentar, las emisiones industriales, la fabricación y uso de materiales para la construcción, la industria de la fundición moldeada de metales, el suelo erosionado y la generación de energía eléctrica en la Zona Metropolitana del Valle de México1.
Por ello, el uso del polvo contaminante para realizar una serie de croquis de parques y barrios de la capital de la República Mexicana resulta a partes iguales contundente y angustiante. Dispara una serie de asociaciones que vincula la musealización de los centros históricos en Iberoamérica con la espiral de especulación inmobiliaria en barrios gentrificados y contiguos en esta ciudad que ni siquiera los más recientes sismos del 2017 lograron detener. También me revela la fatuidad del estatus de clase: se pueden tener los ingresos para cubrir las elevadas rentas o hipotecas en zonas inmobiliarias codiciadas, pero no se puede escapar al impacto de los contaminantes, e incluso se puede enarbolar un estilo de vida que compense sus efectos mientras la exposición continua no se modifica.
La escultura Respira (2018) no puede ser entonces designada como metáfora de la vida diaria en medio de una atmósfera viciada porque ese mismo polvo fue usado en su realización. Aquí las cualidades sígnicas de la obra lo mismo aprovechan las propiedades indiciales de la materia prima, vertida en su composición, como las icónicas puesto que la figura es una representación a escala de la propia artista.
Jeannette Betancourt aprovecha tanto como puede las propiedades de sus materiales de trabajo y en varias ocasiones una obra hace converger códigos de representación en apariencia excéntricos. En la serie de esculturas Desechos (2017 – 2018) la base de producción es una impresión fotográfica en un papel de algodón de alta calidad, la cual es modelada e intervenida hasta obtener un híbrido visual. Las imágenes elegidas remiten a especies en peligro de extinción en territorio mexicano, mientras los paisajes son vistas de bosques, parques y reservas de la biósfera en el continente americano.
Si bien resulta fascinante la maleabilidad del soporte fotográfico, que puede desatar una interesante discusión sobre los límites del medio, lo relevante aquí es la erosión de una concepción estereotipada del paisaje cuya torsión remite a la fragilidad ecológica y la indiferencia de las poblaciones urbanas al respecto. Con nuestro poco interés por el acontecer diario de lo que sucede en esos territorios, comprometemos nuestra existencia inmediata. Vale la pena, por lo tanto, recordar lo siguiente:
El 1 de agosto del 2018 agotamos los recursos renovables que al planeta Tierra le tomará un año entero restituir. Para ser un poco más claros: el agua potable, el suelo fértil, los peces que tomamos del mar para alimentarnos, la madera talada de los bosques (legal e ilegalmente), el espacio tomado por el crecimiento de las ciudades (sea este planeado o no) y la cantidad de bosque existente que puede digerir el dióxido de carbono producido por la quema de combustibles fósiles. Desde el año 1997 los recursos renovables se agotaban el primero de octubre, pero desde el 2000 la brecha de consumo se ha reducido menos de un trimestre.
Sirva esta muestra de estímulo para tomar acciones sobre el cuidado de los recursos renovables, no esperemos a que estas obras adquieran la dimensión de un mausoleo.
Irving Domínguez,
agosto del 2018, Ciudad de México
1 Información sinterizada y tomada del documento técnico, Programa para mejorar la calidad del aire de la Zona Metropolitana del Valle de México 2011 – 2020, ProAire, 2010, descargable en línea en www.gob.mx