Al principio, tenía una expresión figurativa, como todos los pintores. Era el dibujo, la representación del sujeto y del objeto, la aplicación directa de las técnicas aprendidas. En los años 70 fui a Bretaña para hacer todo un estudio sobre los cementerios marinos; ahí súbitamente la figuración se difumino. Me di cuenta de los efectos de la luz en esos restos, hasta trascender la forma y no ser más que una cuestión de equilibrio, de composición, entre los diferentes niveles de la luz.
Me percate que lo que quería representar, más que el contorno de esos barcos encallados, era, la atmósfera de aquellos cementerios marinos bajo el cielo pesado de Bretaña. Todo lo que ello supone de historias de vida, en ese momento descubrí la pintura como una posibilidad de lenguaje, una expresión limpia, como la música o la escritura, capaz de transmitir la emoción de un lugar, de un momento vivido. Desde entonces para mi el lienzo devino en la pintura misma.
He buscado y busco siempre la confrontación con diferentes soportes, diferentes materiales: como el yute, la madera, el papel, el lienzo de lino, los pigmentos, las fibras vegetales, los acrílicos, las pastas de papel, los alquitranes, las resinas, etc. Todo ello sensible al olor, al tacto y la materia.
Trabajo siempre en series que se desarrollan hasta cierto número ilimitado de pinturas. Son fases de búsqueda que corresponden a momentos de vida, lugares, y emociones.
Antes de comenzar una obra, se a dónde quiero ir. Tengo la composición en la cabeza, se puede tener un proyecto bien definido; después pasan cosas, surgen imprevistos (el azar), en ese instante hay que dejarse llevar, ya que de todos modos, se llega al sentido deseado. Eso es mi pintura: luchar con la tela, los materiales, hasta lograr llegar a la visión, a la representación de lo que siento. Cuando llego a ese punto, es cuando la serie termina. Hasta encontrar nuevas emociones que representen otros encuentros, otros viajes otras experiencias de vida.
Estas series representan, por supuesto, todo un proceso creador y artístico, una domesticación del material, que a veces cambia con las necesidades de la expresión y la técnica.
Jamás pongo un título a mis obras, ya que es difícil nombrar una emoción, pues lo encuentro anecdótico; así el espectador tiene la libertad de interpretar su propia vivencia, de encontrarse en su imaginario y sus sensaciones.
Estamos lejos de aquellos restos bretones, de las tiendas tuareg, de las sabanas africanas, de los matorrales haitianos, pero estamos, creo yo, cerca de lo que es la vida, la pasión, la rebeldía, el placer, el gesto... si, el gesto, el sentido del gesto tan importante en mi pintura.
Ghislaine Thomas