FERNANDO CASTRO PACHECO
(Mérida, Yucatán, 26 de enero de 1918 - 8 de agosto del 2013)
 
Dentro de la plástica nacional, destaca uno de los artistas yucatecos polifacético y prolífico; su trabajo abarcó distintas diciplinas (pintor, dibujante, muralista, escultor, grabador, ilustrador) desde donde es posible apreciar un lenguaje personal, así como una temática apegada al costumbrismo que se convirtiera en su principal característica personal.
 
Realizó estudios en la Escuela de Pintura y Artes Plásticas en su ciudad natal bajo la instrucción de maestros como Modesto Cayetano, Ignacio Rubio Milán y Alfonso Cardone. Fue cofundador y director de la Escuela Libre de Artes Plásticas de Yucatán en 1941. En 1943 viajó a la Ciudad de México donde realizó dibujos y grabados para revistas y libros. Labor que convino con su vocación docente, ya que en el año de 1949 fue designado maestro en la Escuela Nacional de Bellas Artes de la Universidad Nacional Autónoma de México, “San Carlos”, y en el año de 1960 ingresa a la Escuela Nacional de Pintura y Escultura del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), “La Esmeralda”, la cual llega a dirigir a partir del año 1962, y donde colabora por doce años consecutivos. En el año de 1973 regresó a vivir a su ciudad natal.
 
Además de ser conocido por su obra de caballete, sobresale su trabajo dentro del movimiento denominado Escuela Mexicana de Pintura, en la denominada “Segunda generación”, labor que se aprecia en sus murales, algunos de los cuales se encuentran en el Palacio de Gobierno, sede del ejecutivo estatal de Yucatán, y los cuales fueron realizados entre los años 1971 a 1979, en los que trata temas históricos que evocan la historia del pueblo yucateco desde sus la cosmogonía del pueblo maya, la conquista de la Nueva España, hasta la posrevolución mexicana; acorde con su producción plástica de gran sensibilidad y surgida de su leguaje plástico e ideológico humanista.
 
Su obra tiene como principal eje un dibujo preciso, así como el color manejado mediante esfumados y manchas como parte de un efecto tonal, de las que surgen personajes como siluetas de escrupulosa anotomía que emergen del sueño bajo los efectos claroscuristas de su propio volumen, con una emoción atrevida y un equilibrio estético sin precedentes, los cuales evocan la nostalgia del pasado heroico del pueblo nativo de América con sus proporciones monumentales que enaltecen la figura humana, así como las miradas vacías formadas por la insinuación propia de las cuencas de los ojos
 
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