Hecha para repensar en el espacio mismo

Hecha para repensar en el espacio mismo

Recibe el Pasaje Revolución una nueva exposición

Escenario sin fronteras, abierto de día y de noche, de resignificada vocación original, de tiempos ora oscuros, ora mejores, ora indignos de recordarse, ora próximos y en marcha, el Pasaje Revolución recibe ahora una exposición realizada ex profeso para repensar su naturaleza. Lleva el título “El espacio somos nosotros” y no se trata de una apropiación del espacio para escribir a partir de él una nueva historia, sino al contrario: indagar en su ordenación interna, su origen distante y su pervivencia y transformación, su reconfiguración y trascendencia.

Los expositores, alumnos de la maestra Gerda Gruber –ceramista y escultora y quien también participa en la muestra–, son todos egresados de la Escuela Superior de Artes de Yucatán y nacidos en un lapso de un poco más de una década entre fines de los setentas y principios de los noventa. El pasaje que pudieron conocer ya sea en su infancia o adolescencia fue un tiempo un paradero de colectivos, luego estacionamiento contiguo al Macay y a partir de 2001 espacio expositivo a cielo abierto. Todo lo anterior, incluyendo el primitivo anexo catedralicio, la modificación ordenada por Salvador Alvarado, la llegada del ingeniero Santiago Piccone, el discurso inaugural de Mediz Bolio el 5 de mayo de 1918, las ferias ganaderas en los veintes, la venta de espacios comerciales y el paradero de camiones desde la década de los cuarenta forma parte de una historia que han escuchado o leído.

Con la suma de lo anterior, lo que quieren hacer los expositores –a decir de Marcos Díaz Güemez, autor de la hoja de sala– es hacer concurrir a la arquitectura y la escultura en una reflexión sobre el propio lugar, de manera que en esta muestra reaparezca, señala, aquel “…espíritu civil que quiso ir más allá de lo posible” cuando la gran transformación del siglo XX, cuando parecía que irrumpiría una “fiesta de emancipación” de acuerdo con un término de Walter Benjamin.

El término proviene del inconcluso “Libro de los Pasajes” que Rolf Tiedemann posteriormente editó. En él dice Benjamin que las Exposiciones Universales eran los “Centros de peregrinación de la mercancía fetiche” y que la idea de hacerlas nació “…del deseo de entretener a las clases trabajadoras y se convierte para ellas en una fiesta de emancipación”. Asimismo, señala que los trabajadores “…serán la primera clientela. El marco de la industria de recreo no se ha constituido aún. Este marco lo proporciona la fiesta popular”. (Ed. Akal, p. 54).

Pero al fin y al cabo, todos reescribimos, a nuestro paso, la historia de los espacios y los transformamos radicalmente o de manera paulatina. En la exposición que actualmente se encuentra en el espacio del Pasaje Revolución y junto con la “Almáciga” de la maestra Gerda Gruber, están las obras de Gabriel Niquete (“Golpe de vista”, 2018), José Fernández Levy (Propuesta para una parada de camión/mirador, 2018), Edgar H. Canul (“Mesa/me” 2018), Rafiki Sánchez (sin título, 2018), José Hernández Luna (“Blockroom” 2018), Milagros Lara “Escala tina”, 2018) y Eugenio Encarnación (“Memoir”, 2018).

Transitables como el propio espacio, varias de ellas filiformes y de estructuras plenas de planimetrías, emplean materiales comunes: tubos de metal, leña, cemento, madera, piedras… Los objetos creados aluden a la memoria, al cambio y a la permanencia: el barro que siempre recuerda la condición efímera de la existencia o unas escaleras cuya horizontalidad conduce más al concepto de transcurrir que al usual ascenso o descenso.

Las piezas evocan a lo desaparecido: una construcción metálica que recrea al bloque con dos huecos que se usaba en la construcción y a la que cada vez se recurre menos, para apuntar a las condiciones actuales de cosas que ya se dejaron de usar, una mesa inusualmente inclinada como centro de reunión, una rampa con plataforma que puede servir de mirador y de parada de camión en un espacio hoy sólo peatonal (pero que vio circular muchos autobuses) y una lápida que lleva la leyenda: “Fundamentalmente no es una mejora material sino una poderosa y fuerte obra espiritual” también contribuyen con esta idea de cambio enfrentado a permanencia. Ahora el peatón transita y mira, interactúa, pregunta, cuestiona. Es su turno de participar en esta escritura comunitaria y colectiva.— María Teresa Mézquita Méndez para El Macay en la Cultura
 

Fuentes: Diario de Yucatán