Mario Lavista y la escena musical

Mario Lavista y la escena musical

Experimentación e improvisación con rigor técnico

Emprender un recorrido por la escena musical en México resulta complicado por su enorme bastedad, ya sea partiendo de la composición o la interpretación, de un instrumento en específico o de un género, la historia musical del país se conforma de una gran cantidad de propuestas artísticas. Uno de los compositores mexicanos que contribuyó de manera significativa fue Mario Lavista. Sus obras han enriquecido el acervo de la música de concierto con propuestas que experimentan nuevas sonoridades, la improvisación y la rigurosidad de la técnica.

El nuevo interés por explorar otras formas artísticas dio paso a la transición del movimiento cultural nacionalista de la primera mitad del siglo XX, que había permanecido en la obra de diversos artistas y compositores como Diego Rivera, José Clemente Orozco, Carlos Chávez, José Pablo Moncayo y Silvestre Revueltas.

Si bien, Mario Lavista inició sus estudios con Carlos Chávez y Héctor Quintanar en el Conservatorio Nacional de Música, produjo en su obra una ruptura con el nacionalismo, dando paso a una nueva forma de composición. Posteriormente, estudió en Francia con Jean-Étienne Marie en la Schola Cantorum de París, donde conocería a grandes maestros como el alemán Karlheinz Stockhausen.

En su regreso a México fundó, en 1970, Quanta, un grupo de improvisación que enfocaba su interés a la electroacústica. Años más tarde aparecería en la escena Pauta. Cuadernos de teoría y crítica musical, una de sus más grandes aportaciones, ya que la revista se convirtió en referencia obligada en el estudio y análisis de la música clásica y su relación con la literatura y las artes.

Pero su interés por la música no solo desembocó en la creación del grupo y la revista, si no en explorar las nuevas técnicas que permitían al instrumento producir más de un sonido.

Cuenta con más de cincuenta composiciones como: “Marsias, para oboe y ocho copas de cristal” (1982); “Reflejos de la noche, para cuarteto de cuerdas” (1984); y “Adagio religioso” (2011). La música de Mario Lavista ha incursionado en la ópera y la electrónica.

Asimismo, a finales del siglo XX, incursiona en la música incidental de una serie de películas del director Nicolás Echeverría entre las que se encuentran: “Judea: Semana Santa entre los coras” (1973); “Niño Fidencio, el taumaturgo de Espinazo” (1981); y “Cabeza de vaca” (1990).

El trabajo de Mario Lavista ha sido reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, la Medalla Mozart y el Premio de la Música Iberoamericana Tomás Luis Victoria de la Sociedad General de Autores y Editores de España (SGAE).

Mario Lavista constituye uno de los iconos en México por su labor en el análisis de la música y los instrumentos, así como la constante búsqueda de sonidos nuevos. Su interés por conocer no solo cómo funciona el instrumento si no el intérprete lo ha llevado a la enseñanza en diversas escuelas como el Conservatorio Nacional de Música.— El Macay en la Cultura

Fuentes: Diario de Yucatán