Autorretrato de un hombre sin rostro

Autorretrato de un hombre sin rostro

Deja Fernando García Ponce su imagen artística

Hiciste un espejo, Fernando, de pintura sobre un lienzo. Eso fue en 1951. Eran tus manos jóvenes: contaban 18 años apenas. Reconozco el esfuerzo de esa pueril figura por captarte, pero deseo que disculpes mis palabras y mis ojos: en ese autorretrato luces lejano. Temí que no fueras tú, que tus dedos hubiesen sido brochas para imaginar un desconocido.

Pensé —perdóname—: ¿ultrajaste la cara de tu hermano Juan, el escritor? Ahora sé que no fue así. Prefiero mirar esa obra primeriza como una burla inocente, y espero salvar la ofensa. Yo sé que luces distinto.

Al nacer te ungieron el salitre y una brisa siempre veraniega. Dejas Mérida a los once años para saludar la gran ciudad capitalina. Llegó el 1952, y aún era México tu casa. Se abrieron las puertas de la UNAM, deseando un demiurgo, organizador del orden y los edificios. Pero encontraste también a Enrique Climent, de profesión acuñada en lienzo y pincel. Así, fuiste primero arquitecto, y después —y para siempre— pintor.

Le salieron colores y figuras a tu brocha. Nació en ella un edén extraño, primero geométrico, y después vuelto sobre el contorno del aire, al tiempo en que los muros estaban listos para romperse. Tus primeras obras las bautizas como “Naturaleza muerta”. Luego, por su naturaleza, las dejas sin título, pero nunca muertas. Amanece el 1959, y la Galería de Arte Mexicano se puebla de 26 óleos tuyos en la materia. Acaba el año, y en 1960, con tu exposición No. 1, es presagiado el comienzo de un rostro sin fin.

La pluma de tu hermano Juan nombra “Nueve pintores mexicanos” en 1968 y apareces en primer plano junto con Lilia Carrillo, Alberto Gironella y Vicente Rojo. Reina lo abstracto. La Ruptura sobreviene evidente. Te conocerán en el sur de América, España, más tarde en Cuba y París te acogería a ti y tu familia. Para 1978, el Museo de Arte Moderno te encuentra desde un México que vuelve a saludarte; un año después, la despedida definitiva de tu esposa, de quien habitarás solo el recuerdo.

Aparecerías de nuevo, con el génesis en las manos. Renuevas y yergues la estructura de las manchas y ven las texturas otro matiz. ¿De qué están hechas las obras de un artista que rompe mientras roto se encuentra? Quizás, de “láminas en acero, letra gótica, una barra de azufre en un armario, pesadas campanadas del insomnio, auroras, ponientes y crepúsculos, ecos, resaca, arena, liquen, sueños”.

Eres, para mí, el hacedor que Jorge Luis Borges dejó noctámbulo: un arquitecto dibujando los planos de la imaginación, la Gran Invisible. Allí empieza de veras el contorno de tu rostro. Inicia la mezcla, el golem, la criatura nacida de la madera, la pintura, el papel, el metal. Y la sombra de esta cara de innumerables formas es llamada Fernando García Ponce.

Voy a la Mérida yucateca, al museo con tu nombre, donde siempre podré encontrarte. Veo las colosales composiciones y los homenajes. Miro hacia arriba y hacia dentro. Pienso con la mente cundida en manchas. Estás ahí. Te veo con los párpados de la boca; en el restirador tuyo veo los dedos de arquitecto y pintor recortando la tabla, incendiado la brocha con el color del fuego líquido, pegando aquí y allá, martillando y arrancando, hasta que la obra está lista para quedarse sin título, en silencio, como el corazón tuyo en 1987.

Te veo allí, 32 años después y muchos más por venir, como un Rojo sobre fondo rojo con sus contornos invisibles. Te recuerdo, Fernando, cuando veo tus obras, testigos de tus manos hoy ausentes. Allí existe un autorretrato genuino, con tus facciones de acrílico y madera, sin título.

El Museo Fernando García Ponce-Macay es donde conocí las obras del pintor-hacedor. Aunque se les puede encontrar en línea, es preferible conocerlas en persona. El espacio de las manos manifiestas se encuentra en el corazón del centro histórico de la capital yucateca. Para conocerlo desde lejos, las páginas del museo (https://macay.org/) y del artista (www.fernandogarciaponce.com) están disponibles.— David S. Mayoral Bonilla para “El Macay en la cultura”

Fuentes: Diario de Yucatán