Impronta delineada.
Varias constantes han permeado la obra de Selma Guisande a lo largo de su producción artística. La fragmentación y la mirada, entre minimalista y conceptual, los vínculos humanos, la lucha social, la identidad y la mujer como pilar de la sociedad han ido de la mano del México antiguo, tanto por los materiales cuanto por la mirada del que crea y su inmersión en el medio circundante.
Dibujo habitado nos sumerge en una atmósfera intimista, donde la artista, versátil, se abre a una variedad de materiales que le van otorgando soluciones a sus búsquedas expresivas. Esculpe y dibuja; emplea elementos orgánicos, y encuentra otros, los quiebra e interviene, a la vez que incursiona en el video y la animación.
Cada una de las piezas, con sus respectivos segmentos, se advierten sentidas y vividas. Los espacios habitados, transformados en dimensiones de experiencias sin restricciones y limitaciones, devienen lugares de valores irrenunciables, donde se afianza la identidad, se eleva la voz y agudiza la sensibilidad. Y si bien estos espacios enuncian un proceso de desintegración, no se traducen en términos de separación o pérdida, sino de consecuente recuperación y reconstrucción.
La muestra de Selma Guisande, cuya mayoría fue realizada en el año 2013, cuenta con un fuerte grado de bidimensionalidad, la cual interviene la tercera dimensión, que da como resultado dibujos tridimensionales. En cada obra se demarcan las líneas mientras que, al mismo tiempo, éstas delinean cada pieza. He aquí la impronta que, lejos de desaparecer en el horizonte, se perpetúa acentuando su recorrido, recorrido de una artista inmersa en un marco de contención habitado, cuyos fundamentos visuales van hurgando las huellas del camino a trazar.
Laura Pomerantz