En nuestro Estado el nombre de Ermilo Torre Gamboa es símbolo de una tradición pictórica forjada a través de más de ocho décadas; un esfuerzo que, combinado con el indiscutible talento pictórico de un artista, ha permitido que gran parte de nuestra cultura artística tenga puntos de encuentro con su producción iconográfica, por lo que toda muestra se convierte en una pequeña pero merecida visitación a su amplio legado artístico.
Se trata así de una obra sin precedentes en el que un artista rescata la tradición “clásica de la pintura” y a la cual, por decisión personal y evolución creativa derivada de un largo trabajo constante, se adhiere con libertad a una postura romántica que lo hermana a distintas vanguardias de disímiles tiempos; por lo que puede decir que es un trabajo que posee un contenido misterioso fuera de época y en el que, si bien manifiesta la herencia decimonónica, se trata de la creación de imágenes con contenido literario o a prescindir de la realidad exterior, por lo que va de lo real a lo abstracto.
Su amplia labor es difícil de definir bajo silogismos o filias artísticas, esas en las cuales siempre nos vemos ante el dilema de vincular la representación con algo determinado que nos permita inferir o deducir un consecuente explicable; en todo caso, se trata de una obra realista forjada en el anacronismo, proveniente del artificio pictórico, con un carácter introspectivo sin más influencias que la propia labor solitaria de su taller, en el que explicita no solo el conocimiento de la técnica, lo cual es innegable, sino que es una pintura que a través de los años va de la academia a la síntesis lírica de una visión reduccionista.
Este ejercicio del conocimiento está acrecentado por la experimentación, en el que prima la observación como eje de su actividad creadora, e independientemente de que se advierta la mano singular de su autor en todas y cada una de las piezas, lo mismo en la interpretación de los “clásicos”, pasando por el costumbrismo, o en sus novedosas piezas en las que redefine el espacio y la temática, construyendo imágenes inverosímiles que permanecen en la retina, y que únicamente aspiran a capturar la energía de la vida cotidiana a manera de descargas gestuales o inmersiones emotivas en misteriosas atmósferas fantásticas. En ese sentido, podemos decir que, cada pieza se trata del empleo de los recursos técnicos y compositivos de una academia bien entendida, la cual se despersonaliza para que la realidad exterior capture el referente simbólico, y se refleje así de la textualidad y visualización de la imagen. A tal fin, el lenguaje empleado ha de ser concordante y la narrativa, ya que el artificio es anulado o reducido a la necesidad de lo emotivo.
Es así como en la presente selección de obra de ésta extraordinario artista yucateco, se aprecia el tránsito de su visión evolutiva-artística, a través de las inquietudes formales de un trabajo prolífico, que deviene a través de la exploración sobre los referentes concretos y necesidades narrativas nunca cerradas, ya que sus expectaciones se reducen a minúsculos detalles o excusas alegóricas para seguir creando hoy por hoy.
RAPP