Beatriz Morales nació en la Ciudad de México en 1981, donde empezó a desarrollar su técnica pictórica de manera autodidacta. Dejó México en 2001 para seguir una formación más convencional en pintura y diseño de moda en Europa. Vive y trabaja desde hace varios años en Berlín.
Tomar el espacio de exposición cómo protagonista de la obra fue uno de los retos primigenios del arte conceptual y es el camino que decidió Beatriz Morales al producir dos instalaciones de magna dimensión para el espacio del Museo Fernando García Ponce, ofrecido por la Fundación Cultural MACAY. La configuración del sitio –el amplio patio de un edificio cubierto de un techo montado sobre una estructura metálica– constituye el punto de partida de las dos obras monumentales producidas ex profeso: dos planos respectivamente y aproximadamente de 80 y 24 metros cuadrados para ocupar y dialogar con un volumen de 6460 metros cúbicos. Son planos animados de un fuerte deseo de tercera dimensión. Son pinturas transformándose en esculturas. Son obras intentando escapar a una categorización estricta. Son tránsfugas, mutantes.
Las paredes del recinto, con sus muchas puertas y ventanas ciegas dispuestas a intervalos regulares y repartidas sobre dos niveles, constituyen tantos puntos de vista y dan al espacio un carácter teatral y al piso la calidad de un escenario. Las referencias “históricas” que surgen y que pongo en relación con los gestos de la artista proceden ambas de Italia: Kihaab, la mega cortina, pertenece al arte povera en cuanto Kaan recuerda la pintura industrial inventada por Giuseppe Pinot-Gallizio (1902-1964) en los años sesenta en Alba, un pueblo del norte de Italia donde el artista nació y murió. Pinot-Gallizio era, con Guy Debord y Asger Jorn, uno de los fundadores de la internacional situacionista.
Compuesta de bolsas de yute estampilladas con el nombre de empresas yucatecas que empacan cacao, trigo y maíz en estos costales, este gigantesco parangolé a doble cara, colgado desde la estructura metálica del techo, corta la sala en dos. De una cara cae una peluca abundante hecha de henequén, cuando la otra ofrece manchas de tela cocida encima del yute que reproducen las áreas sombreadas proyectadas sobre este tejido acostado en el pasto bajo arboles durante una tarde insolada en el estado de Hidalgo. ¡La naturaleza manda!
Metáforas de piel de campo y piel de ciudad conviven y anuncian futuras mutaciones en la práctica pictórica de Morales, que se nutre de estas oportunidades, revisando y reactivando capítulos conocidos y otros olvidados de una historia artística inalcanzable, activada por un movimiento de aparición perpetua, de reciclajes e hibridaciones. Kihaab cómo segunda piel, disfraz a doble cara para gigante: un lado peludo, otro liso, ambos en posición vertical contemplando a sus pies una posible representación de una ruina.
Pintura extendida en su estado primario aleatoriamente acostada sobre un escenario compuesto de pódiums sencillos y bajitos. Kaan o la pintura tirada, expuesta a piso o casi.
Kaan y Kihaab, materia prima y cortina new age, dos disfraces monumentales desocupados, dos pieles almacenadas en un patio techado de Mérida que ponen en escena un acto pictórico libre de bastidores.
Michel Blancsubé
México, enero de 2020