Nada es igual

Salas 4 y 5

Un querido maestro me ha recordado que nuestro asunto no es hacer cuadros sino pintar. Y vaya que tiene razón. Se trata de una experiencia única, un destino, en el mejor de los casos, una enfermedad –probablemente– o una maldición cuando el artista pierde el control sobre los mecanismos que vuelven viable esta experiencia.

Me considero afortunado de ser un pintor en tiempos en que esta actividad es considerada anacrónica por buena parte de mis colegas artistas. Es más, estoy convencido de que la pintura conserva hoy más que nunca su poder invocatorio y su capacidad de conmover por encima del inmenso mar de imágenes que nos rodea. Porque, en rigor, el asunto de la pintura nunca ha sido la imagen como tal, sino lo que subyace detrás de ella: pensemos en el artista primitivo que plasmó la perfecta silueta de un bisonte en el fondo de una cueva, con la finalidad de propiciar el encuentro directo con el animal de carne y hueso o bien en los íconos medievales que encarnaban, ni más ni menos, que al mismo Dios.

Al pensar en las manifestaciones artísticas más antiguas es como desde hace unos años comencé una serie de cuadros con la idea de formular una plegaria específica en cada uno de ellos. Me motivó la sincera y loca idea de que, si lograba esforzarme lo suficiente, obtendría el resultado esperado: la pintura como un acto de fe. Pensé, desde el primer cuadro, que un gesto tan desesperado, pero a la vez humilde, permitiría que el ciclo natural de las lluvias, que siguen a la larga sequía, se repitiera sin contratiempo alguno, o que la violencia no penetrara en nuestros hogares. Pensé que, de esta forma, mi vida y quehacer artístico cobrarían un nuevo sentido. No lo he logrado, como se podrá apreciar. No tengo el valor o la voluntad para ejercer la fe en cualquiera de sus formas; sin embargo, sobre la marcha me di cuenta de que, mediante el arte, se podría intentar llenar el vacío dejado por la incredulidad. Otros lo han logrado, y estas plegarias son el recuento de esta batalla.

La contemplación de estos cuadros requiere de un recorrido de la mirada. Están compuestos por varios fragmentos, cuya lectura es ascendente o descendente. Cada uno de ellos cobra sentido una vez que se ha hecho el recorrido visual y su contenido se ha interiorizado.

Marcos Límenes

Acerca de Marcos Límenes

Marcos Límenes (ciudad de México, 1957) recibe educación formal en Artes Visuales en la Academia de San Carlos con el Maestro Gilberto Aceves Navarro y luego viaja a París becado por el gobierno francés para especializarse en grabado en la Ecole Nationale Superieure des Beaux-Arts. Como artista visual ha destacado primordialmente como pintor pero también ha incursionado en la instalación, escenografía para teatro y cabaret, libros artesanales de autor, ilustración de poemarios y libros infantiles. La editorial Ortega y Ortiz publicó en 2008 su libró La Serpiente Roja. En el campo de la docencia ha impartido cursos y seminarios en diferentes estados de la República Mexicana. Se desempeñó como curador del Museo de la Ciudad de México (2002 al 2005), asesor en cultura de la Delegación Gustavo A. Madero (2005–2006); realizó la curaduría y museografía para el Museo de sitio del Panteón del Tepeyac y el Museo Espejo de Agua. En 2007 realizó el guion temático para el Museo de Nuevo Laredo así como un mural de 80 m2 para una de sus salas. En 1990 obtuvo una mención de honor en la VI Bienal de Pintura Rufino Tamayo. En la actualidad conduce y dirige la serie Naturaleza Quieta (TV UNAM).
http://marcoslimenes.blogspot.mx/

-Marcos Límenes