
Darío Ortiz es un artista cuya carrera ha ido en acenso a nivel internacional, debido a sus conceptos y formas de expresión en las que destaca la perfección del dibujo para plantear escenas cuestionantes y conmovedoras que bien podríamos situar dentro de la corriente denominada neofiguraciónofiguración narrativa, ya que en cada una de las piezas reunidas podemos apreciar un acercamiento a la realidad cotidiana (iconicidad), en particular la figura humana.
Desde que el arte el cuerpo humano y su representación han sido siempre objeto de la mirada creativa del hombre, desde los pictogramas. Cada una de sus representaciones se trata de una puesta en escena creada por el artista en las que se vincula formas y procedimientos de la danza y el teatro en el desarrollo del cuerpo y el espacio, una ficción con una cierta realidad que no es la del mundo real, sino la del espacio fingido de la escena, para expresar preocupaciones y reflexiones propias de la historia del arte, en las que la representación del ser está vinculada con la voluntad y el espíritu. Dado lo anterior, podríamos citar al filósofo Friedrich Nietzsche (Alemania 1844 - 1900), quien rescata la relación entre alma y cuerpo, ubicando a este último como fuente y asiento de toda idea y pensamiento.
La selección de obra que incluye distintas técnicas: dibujo, estampa y pintura, permite apreciar un trabajo en constante movimiento en el que sedemuestra la maestría en el manejo técnico de un artista con una propuesta circunscrita dentro de la figuración contemporánea, y planteada a partir de una condensación erudita de múltiples referencias a la filosofía y la historia del arte, lo cual nos acerca a los modelos de lo que se identificaría comúnmente como realismo o naturalismo pictórico.
Por otra parte, el carácter de lo representado deviene en lecturas que se ven acentuadas por la dramatización o teatralidad, aproximando al expectante a las escenas e involucrándolo en la misma, lo cual advierte en la obra de Dario Ortiz un gran talento y dominio del dibujo para lograr la naturalidad necesaria, a fin de que la imagen parezca sustraída de una realidad y que la misma conserve la belleza y la profundidad de la historia implicada.
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