Ausencias de la violencia diaria

Ausencias de la violencia diaria

Las fiestas infantiles han cambiado mucho, así que quién sabe si sobreviva un juego muy popular en los setentas: las sillas se colocaban “cabeceadas” sobre el piso formando una fila, y alguna música inefable era controlada por alguien de espaldas quien sin ver hacía pausa en la grabadora y como la mitológica Átropos cortaba el destino de los jugadores: todos tenían que sentarse en las sillas en ese instante… pero como siempre había una silla menos que el número de danzantes, alguien quedaba fuera y era expulsado del juego.

Acto seguido se quitaba otra silla, se tiraba por ahí para que no estorbe… y a bailar alrededor otra vez.

Y mientras por un lado los asientos son cada vez menos, por el otro cada vez son más: en la instalación “Entre líneas y cosas” que la española Esther Ferrer presenta en el Centro de Arte Tomás y Valiente de Fuenlabrada (Madrid) hasta el próximo 17 de abril, una instalación de la cual una sección corresponde a interminables filas de sillas vacías que representan el mismo número de ausencias: cada una representa a una mujer muerta en España en circunstancias no naturales, relacionadas con la violencia doméstica.

Esther (1937) recuerda en una entrevista que ya con la idea de hacer un proyecto con sillas, de pronto escuchó la cifra: 109 mujeres. Y así como Picasso en 1937 reaccionó a la noticia del bombardeo de Guernica y en menos de un mes produjo su famoso cuadro denunciando el ataque, así ella construyó esta pieza que lleva al espectador ensimismado a recorrer la fila serpenteante de asientos vacíos en un espacio desolado y frío, sin atmósfera ni ornamento alguno distractor, hasta que se encuentra de repente con un maniquí de mujer con un letrero entre las manos: “109 sillas vacías, una por cada mujer víctima de la violencia de género en España en el año 2015”. En otra parte, un cartel anuncia otra sentencia: “Siéntese en la silla y permanezca sentado hasta que la muerte los separe”.

Como bien dice Esther, ganadora del premio Velázquez en 2014: “el primer paso para reaccionar es saber”, y este problema es global, universal y –añadimos– histórico y crónico.

Pero… ¿y si la instalación se refiriera a las cifras de nuestro país? En México se habla de siete mujeres muertas cada día. Suficientes para dejar libres 2500 sillas en un año, un vacío escalofriante de espacios en un país donde una periodista que denuncia una agresión física recibida en Ciudad de México y precisamente el día de la mujer, después recibe maltrato en el proceso legal de esta denuncia y además es víctima de un ataque brutal en las redes sociales en las que ha recibido hasta amenazas de muerte por atreverse a denunciar “y no estar en casa, como las mujeres decentes” y termina por marcharse del país. Sillas vacías en un país que prácticamente normaliza la violencia de género y en cuya ciudad capital, según se dice en cifras que se divulgan en las redes sociales, el 72 por ciento de las mujeres han sufrido violencia sexual, hay 9 denuncias promedio al día por violación, abuso y acoso.

Sillas vacías en un estado como Veracruz, donde salta el escándalo de una pandilla de juniors aparentemente inmunes a la justicia, que abusa de mujeres menores de edad y sobre los cuales hay sospechas de asesinato.

Sillas vacías en Mérida donde también todos los días hay noticias de violencia doméstica y donde aún sin estadísticas a la mano hemos sabido y leído de asesinatos y escuchamos del maltrato en el ámbito doméstico, en un fenómeno que incluye a todas las esferas sociales.

Sillas vacías que pueden ser nuestras propias sillas, porque ninguna de nosotras está exenta de riesgo e irónicamente sólo la edad y la vejez se vuelven un paulatino antídoto, por lo menos ante el acoso callejero. No sucede lo mismo con la peor de las violencias: la que se recibe en el propio hogar en forma de un infierno cotidiano, ambivalente y chantajista.

Hablábamos del “juego de las sillas”. Por lo visto no ha perdido vigencia, pero desde la perspectiva de Esther y con nuestra realidad a la vista el juego evoluciona perversamente hacia una especie de ruleta rusa en la cual quien pierde la silla… pierde la vida.

Vea un vídeo de la instalación.

Fuentes: Diario de Yucatán