Vida contada desde textiles. Trine Ellitsgaard, una creadora de texturas intensas.

Vida contada desde textiles. Trine Ellitsgaard, una creadora de texturas intensas.

La vida tiene textura. La vida puede ser rugosa, plana o lisa. Puede tener geometrías encerradas y líneas indescifrables y títulos personalísimos con significados reales pero abiertos a la interpretación diaria y variable, dependiendo del estado emocional. La vida es real pero no existe. Aquello que llamamos vida no es más que una interpretación mayor; un conjunto enorme de interpretaciones, para ser más —o menos— preciso.

Permiso para hacer un parangón absurdo, pero eficaz: si cada una de esas interpretaciones metaconscientes se representaran mediante una fibra (ora natural, ora sintética) y la vida no fuera más que el resultado del entramado caprichoso (voluntario o caprichosamente voluntario) de cada una de esas fibras, podríamos verla representada como un cuadro textil, o una figurilla textil, una cobija, un tapete, una manta, un pedazo de falda.

Permiso para hacer otro parangón, menos absurdo: Si la vida puede ser representada mediante textiles, Trine Ellitsgaard (Copenhague, 1954) es una creadora de vidas implacablemente intensas.

Con la exposición “Textiles”, la artista explora una serie de entramados con materiales variopintos: caucho, seda, hilo de oro, henequén, nylon, semillas, lana, fibra óptica, tripas de cerdo. Es en serio. La primera impresión al sumergirse en la exposición es la de haberse equivocado de museo temático. ¿Qué son estos? ¿Cuadros? ¿Productos? ¿Mantas? Hay pulcritud en el trabajo de Ellitsgaard, tanta, que parece inimaginable que la mezcla de materiales apenas mencionados tenga los resultados que se pueden observar en la muestra.

Hay líneas, secuencias geométricas, círculos, patrones, nombres propios y semiología primitiva. La estética alcanzada por la artista en cada uno de los trabajos presentados en la exposición es innegable: el ojo común podría enamorarse de alguno de los textiles y desear verlo continuamente, en algún espacio de la casa; el ojo contextual apreciaría la proyección estética, pero apreciaría aún más la combinación con el origen de los materiales y la urgencia de experimentar con ellos para lograr la ecuanimidad que se alcanza a percibir en la obra integralmente.

Se debe saber que la obra de Ellitsgaard concatena de manera interesantísima mundos y ámbitos más o menos dispares: la mezcla entre Copenhague y Oaxaca (ciudad en la que ha vivido en los últimos veinte años) puede ser quizá la razón por la que a pesar del uso de materiales en apariencia inconexos, termina por conseguir una homogeneidad palpable hasta por el ojo menos iniciado.

Quizá el hecho de seguir utilizando el telar que se trajo desde Copenhague, hace más de veinte años, y meterle a bocajarro henequén yucateco o lana negra para crear un enredo Chamula, sea precisamente lo que permita que la mezcla resulte tan efectiva. O quizá sea la ironía del título de la exposición y la difícil clasificación de su obra como un todo: al final, debe saberse, la obra de Ellitsgaard está conformada por productos, que son consecuencia de su experimentación con distintas fibras y materiales con el fin de expresar una reflexión, un encuentro personal, una interpretación o, como el parangón al inicio de este texto, una vida.

Y en ese sentido, la exposición de vidas que propone la artista, es tremendamente seductora. Muchas vidas. Muchas fibras.— Ricardo Javier Martínez Sánchez.

Fuentes: Diario de Yucatán