Entregado a su labor: Miguel Madrid, eje fundamental para el Macay

Entregado a su labor: Miguel Madrid, eje fundamental para el Macay

El pasado martes 13 se cumplió una década del fallecimiento de Miguel Madrid Jaime. Quienes tuvimos el privilegio de conocerle recordaremos de manera permanente su gran sabiduría y su dedicación rigurosa y disciplinada, casi monacal, al quehacer museístico.

En los años 90, exactamente en 1994, abrió sus puertas la primera vez el entonces Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán. Pronto fue nombrado como director don Miguel, quien llegó a Mérida a entregar sus últimos años al recién abierto recinto, y resultó figura señera, indispensable para la conducción de los primeros años del museo; tiempos iniciales aún de siembra y definición.

En el libro “Memoria del Macay”, publicado con motivo de los 15 años del recinto, escribimos sobre don Miguel que nació en Rosario, Argentina (1925), donde se graduó de licenciado en Museología por la Universidad del Museo Social Argentino, con especialización en museología, seguridad y vigilancia para museos, mantenimiento museográfico y archivonomía, y que se desarrolló profesionalmente en nuestro país, particularmente en Ciudad de México, en las universidades Nacional Autónoma de México (UNAM) e Iberoamericana, en las que ejerció la cátedra, particularmente de museografía, así como la investigación y otras labores académicas.

En palabras del maestro Jorge Cortés Ancona, don Miguel además “ha sido protagonista de una biografía para la mayoría desconocida. En su adolescencia sufrió el inicio de la Guerra Civil española, mientras que en Argentina y México vivió los avatares políticos y económicos con los cambios sociales que trajeron consigo”.

Sin embargo, con rigor y puntualidad don Miguel construyó su reservada personalidad consagrado a un quehacer en el que siempre prevalecieron la reflexión, la conciencia, el conocimiento y la mesura. Pocos años antes de su fallecimiento, el Consejo Internacional de Museos (ICOM) lo reconoció en mayo de 2003 con el galardón que entrega anualmente, desde 1997, a un profesional destacado en el ámbito museístico.

Don Miguel fue autor de abundantes publicaciones en revistas especializadas, así como de libros y manuales, varios de ellos empleados como materiales fundamentales en la UNAM. Asimismo, y desde la década de los 70, fue uno de los defensores de la necesidad de la creación de una Licenciatura en Museología en México.

Casi un año después de su fallecimiento, el Macay le dedicó una exposición conmemorativa en la muestra de otoño-invierno de 2007, en la que se exhibieron documentos, libros, correspondencia, fotografías, obra de su colección y objetos personales que permitieron conocer mejor al discreto personaje de mirada incisiva y hablar suave a quien se le veía recorrer serenamente todos los días las salas del recinto.

De sus escritos, basta una lectura, por ejemplo, a una pequeña sección del libro “Manual básico para museos” (1995) que escribió en coautoría con su esposa, la historiadora Nilda Sánchez. Después de abordar elementos históricos y técnicos, en el capítulo de “La filosofía de los museos” don Miguel subraya que todo aquél que trabaje en un museo debe definirse a partir de la divisa “paciencia y verdad”.

“La primera, la paciencia”, escribe don Miguel, “le servirá para aquilatar la dimensión de temporalidad dentro de la cual desarrolla su tarea; es como un eslabón más, no el único”. […]. La segunda, la verdad, como corolario lógico de una leal vocación, brilla por sí sola cuando se alcanza a resolver cualquiera de los problemas planteados en la operación diaria de los museos, en la justa medida y con todas las proyecciones que la misma implique”.

Así era don Miguel, un hombre de paciencia y de verdad, virtudes hoy tan ausentes (qué ironía, son como “piezas de museo”) en estos tiempos en los cuales ni la una ni la otra se encuentran en la cúspide de las prioridades: hemos desaprendido la paciencia con tanto desasosiego, tanta premura, tanta inmediatez, y hemos ignorado la verdad en un mundo en el cual los reyes —como el del cuento— van desnudos en el mentís de un “traje nuevo”, y nos negamos a mirarlo.— María Teresa Mézquita Méndez para “El Macay en la cultura”.

Fuentes: Diario de Yucatán