Eva Hesse

Eva Hesse

La vida de algunos artistas permanece envuelta en ese halo enigmático que a muchos nos seduce e invita a explorar más allá de su obra, adentrándonos en momentos histórico–políticos que influyen y dictaminan el orden y curso que toman sus vidas y la manera de expresarse a través del arte. Y es justamente en esos momentos de exploración cuando descubrimos que las épocas pasadas no son tan diferentes a las actuales, cual déjà vu infinito, personajes e historias parecen repetirse una y otra vez.

La vida de Eva Hesse no escapa de nuestra mirada hambrienta. Nacida en 1936 en Hamburgo, Alemania, desde muy pequeña tuvo que enfrentarse al dolor y el miedo con dos hechos que marcaron el inicio su vida, la experiencia de pertenecer a una familia judía que huye de la Alemania nazi y el perder a su madre al quitarse la vida en 1946.

Dicen que lo que no nos mata, nos hace más fuertes y esto sin duda se refleja en el camino que toma Eva Hesse. A los dieciséis años ya escribía cartas a su padre contándole que era una artista. Con esa agudeza y claridad mental, fue capaz de cuestionar los sistemas y métodos educativos y enfrentarse a la discriminación por su sexo. Sabía muy bien lo que quería y tenía muy claro como conseguirlo. Estudio en las mejores escuelas de arte, pero su formación académica nunca fue suficiente para ella.

A sus 23 años vivía en Nueva York rodeada de artistas representantes del pop art y el minimalismo. Anteriormente, durante sus estudios, había tenido experiencias en diseño, en una joyería y en una fábrica textil, pero su producción artística se centraba principalmente en el dibujo y la pintura hasta el año de 1961, en que conoce al escultor Tom Doyle con quien contrae matrimonio. Durante esa época, la artista estrecha relaciones con importantes artistas neoyorkinos y en 1964 viaja con su esposo a Alemania. Son aproximadamente once meses de experiencias artísticas y duros encuentros y desencuentros con su pasado y el delirio colectivo de los supervivientes del Holocausto, los que sirven para despertar nuevas formas de creación en ella. En lo artístico experimenta con materiales como el papel mache, la cuerda y los residuos textiles con los que realiza relieves a manera de “pintura tridimensional” en cuya temática mezcla lo orgánico con lo artificial y hace alusión al cuerpo sin representarlo de manera común. No tardo mucho en dar el salto formal a la escultura, sin dejar de lado la pintura y el dibujo.

Su regreso a NY la convierte en una de las artistas más influyentes de la década de los sesenta, principalmente por el uso innovador de materiales como la fibra de vidrio, el látex, el caucho, el alambre, entre otros. Pese a la valoración positiva de la crítica hacia su trabajo escultórico, Eva Hesse atraviesa momentos que la desestabilizan en el plano emocional: la muerte de su padre en 1966 y el inminente "fracaso" de su matrimonio. Había crecido con el miedo a padecer la misma enfermedad mental que su madre, vivió bajo tratamiento sicológico casi toda su vida y llenó diarios donde expresó sus miedos, inseguridades y las luchas constantes, no solo en el plano emocional sino también en el artístico, diarios que salieron a la luz pública tras su muerte, la cual ocurrió en 1970 a causa de un tumor cerebral.

Bastaron 34 años para que Eva Hesse aportara vida al mundo del arte y cinco para producir 70 obras escultóricas que redefinieron el encuentro estético y la mirada del espectador sobre el arte. Su obra es referente para muchos artistas contemporáneos y pese a la fragilidad y forma efímera de sus piezas, se ha trabajado para mantener y preservar su importante legado.- Aída Barrera Pino.

Fuentes: Diario de Yucatán