La obra de Pia está, ciertamente lejos del realismo o la anécdota; es el ámbito de la textura y de las formas donde parece desplegarse como pez en el agua. Siendo éste el eje de su búsqueda artística, podemos percibir que en medio de su sobriedad, casi Zen, despierta una cierta exuberancia poética -más por lo que sugiere que por lo que a primera vista podría expresar- al pasar de un silencio cerrado, contenido en la obra, a un silencio abierto, dando paso a un estado de ensoñación, que nos conduce por un terreno donde la resonancia es un elocuente fluir de sensaciones. Por un momento, nos es posible acceder a la levedad del ser, invitándonos a una participación sustancial que vivimos como una experiencia de lo sutil.
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